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El ministro de las corporaciones |
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Francisco Durand,
columnista invitado (*)
Apenas fue nombrado Luis Carranza ministro de EconomÃa y Finanzas, el coro no se hizo esperar. Desde la CONFIEP, pasando por renombrados economistas, hasta las sedes de los más grandes bancos del paÃs, surgieron al unÃsono voces que indicaban aprobación. Se hablaba de un "shock de confianza" para los inversionistas, su asombro por "su vasta experiencia", con repetidas referencias a su hoja de vida como "uno de los economistas más importantes del paÃs", aderezada con comentarios sobre lo importante que es para el nuevo gobierno dejar la plaza principal del gabinete en manos tan buenas.
No me sorprende. Hace varios años noté que la "prensa especializada" siempre ponÃa a los gerentes de la banca entre los principales reemplazantes al ministerio y viceministerio del sector EconomÃa, hasta crear, o manufacturar, para ser más precisos, un consenso. Y finalmente se fueron cumpliendo, como la crónica de un nacimiento anunciado. Primero el gerente Carranza fue viceministro de Hacienda y ahora es nada menos que ministro del ramo. La cuestión es si dejará de ser gerente y comenzará a ser ministro de Estado y a pensar que el paÃs y las mayorÃas son más importantes que el mercado y las fuerzas vivas.
Todo ello no es más que la confirmación de una tendencia iniciada con Fujimori en 1990: colocar en el MEF a miembros reputados de la familia neoliberal. Muchos de ellos, incluyendo afamados asesores, han operado en una puerta giratoria que los lleva del sector privado al sector público, pero siempre en los puestos de poder económico y nunca en los "ministerios sociales", para luego regresar por la misma puerta al sector privado que los acunó. Carranza, en ese sentido, es más de lo mismo: fue del BBVA al MEF y ahora pasa del BBVA al MEF. Mañana, cuando salga, supongo, pasará del MEF al BBVA, y será reemplazado por otro robot de similar perfil.
No es que dude de sus credenciales; las tiene todas. Es Ph. D., pasó por el FMI, fue viceministro y gerente globalizado en Madrid, la capital de donde emanan las principales inversiones extranjeras en el paÃs. Ahà está el problema.
¿Será, como casi todos sus predecesores, el guardián de una ortodoxia interesada en el pago regular de la deuda a costo del gasto social, o el mayor endeudamiento con bonos, (la nueva fórmula para cubrir el déficit), en el cambio a favor de la empresa de contratos de estabilidad tributaria, en el no cobro de impuestos a las corporaciones (aceptando el principio de "utilidades no tributarias"), el mantenimiento de una DefensorÃa del Contribuyente lesiva al interés fiscal, la continuación de una privatización ciega y sesgada (a favor de los grandes), la patente de corso a las AFPs, el debilitamiento de los órganos de regulación; aceptará, como "realidades del mercado", de un crédito abusivo contra la pequeña y mediana empresa (sobre todo la provinciana, cuyas propiedades rara vez se consideran garantÃas)?
Economistas serios y con sentido nacional existen y nunca son considerados al cargo más alto del sector EconomÃa. Aquà no hay coro, tampoco opiniones de la "prensa especializada". Salvo en las elecciones, nadie escucha las voces del ahorrista, pensionista, consumidor y usuario de servicios públicos, o las de los trabajadores, menos las de los pobres, que precisamente necesitan una "nueva polÃtica económica, más que discursos de que "su reto está en un shock de inversiones a favor de los más pobres", como dijera en su primera declaración.
Seguro. Para la familia neoliberal y las corporaciones la pobreza es una estadÃstica y, cuando son polÃticos, un recurso retórico. Carranza va a tener que hacer un esfuerzo muy grande para demostrar al paÃs que no es como parece: el ministro del sector privado.
(*) Profesor de la Universidad de Texas, San Antonio.
Publicado el 31 de Julio de 2006
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Información complementaria utilizada para la elaboración
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