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El triunfo de Trump en las elecciones en EEUU está significando un verdadero cambio de época pues afecta todas las condiciones económicas, sociales, polÃticas e institucionales que se plasmaron al final de la Segunda Guerra Mundial y que, claro, sufrieron varias mutaciones en años posteriores. Algunos fueron muy importantes, como la caÃda de la URSS, el avance de la globalización y el neoliberalismo, hechos y procesos que, ahora, están en el momento del desenlace y que, por cierto, tiene todavÃa camino por recorrer.
Uno de ellos es la quiebra (¿temporal?, ¿permanente?) de un orden internacional basado en reglas que todos los paÃses debieran respetar, basados en el principio de la vigencia de la soberanÃa nacional y la adopción del multilateralismo, que tiene como estandarte principal a las Naciones Unidas. Cierto, ello no siempre se respetó. Allà tenemos las innumerables resoluciones de la ONU acerca de que la solución de la crisis palestina pasa por la creación de dos Estados, Palestina e Israel, lo que siempre fue rechazado solo por dos paÃses, Israel y Estados Unidos.
La reciente declaración de Trump de entrar unilateralmente a Gaza tira todo el derecho internacional por la borda y es el ejemplo más impactante de esta nueva realidad. Ese carácter impulsivo de Trump hace visible también su debilidad y le va a jugar en contra.
El tema económico de más alta relevancia es el fracaso del proceso de globalización que comienza en la década del 80 del siglo pasado. Al compás de las innovaciones tecnológicas se consideró que los procesos de producción y consumo ahora tenÃan como mercado a todo el globo terráqueo. Se dijo que ahora “el mundo es planoâ€, que los capitales no tienen patria y que su libre entrada y salida llevarÃa a inversiones y crecimiento económico que beneficiarÃa a toda la población. Es el neoliberalismo.
El eje de esta polÃtica ha sido la creencia de que los mercados se autorregulan con la libre competencia y el libre comercio, tanto en el plano económico como el financiero. Ahora la función del Estado consiste en preservar los privilegios del modelo económico. Lo principal era dejar a la economÃa en “piloto automático†y todo lo demás vendrÃa por añadidura.
Pero no fue eso lo que sucedió. La enorme desregulación financiera, apoyada por Alan Greenspan, Jefe del Banco Central de EEUU (la FED) dio lugar a la “financiarización†es decir a la gran predominancia del capital financiero. Esa desregulación llevó a la “Gran Recesión†del 2008, sobre todo por las “hipotecas basuraâ€. Lo que se comprobó es que no existen los mercados “autorreguladosâ€, menos aún en el sector financiero. Lo que sà sucedió fue el aumento de las grandes fortunas, de los billonarios, asà como de la globalización de la desigualdad de ingresos, bien documentada por economistas de todas las escuelas, entre ellos, Thomas Piketty.
Immanuel Wallerstein, autor de los tres volúmenes de la EconomÃa Mundo nos dijo hace 27 años: “El antiestatismo generalizado, al deslegitimar las estructuras del Estado ha vulnerado un pilar esencial del moderno sistema mundial sin el cual no es posible la acumulación incesante de capital. La celebración ideológica de la llamada globalización es el canto del cisne de nuestro sistema histórico que ha entrado en crisis. La pérdida de esperanza y el miedo que la acompaña son parte de la causa y el sÃntoma principal de esta crisis. Con la globslización la era del desarrollo nacional como meta plausible ha terminado†(UtopÃstica, Siglo XXI, 1998).
Uno de los paÃses que más sufrió con la globalización fue Estados Unidos, pues la deslocalización de la producción a terceros paÃses provocó desempleo y pobreza en su “cinturón industrial†(Pennsilvania, Michigan, Ohio, Wisconsin). Ese descontento no fue priorziado por los demócratas, ignorado por los demócratas, que continuaron con la polÃtica de la “coalición arco iris†(mujeres , negros, latinos, ambientalistas, nuevos grupos sexuales e inmigrantes, entre otros).
El fondo del asunto es el cambio producido por la Gran Transformación del capitalismo que describe Karl Polanyi: antes las actividades económicas formaban parte de las relaciones sociales (estaban “incrustadas†en la sociedad) y no eran autónomas. Ahora la cosa está al revés: la sociedad es dependiente de la economÃa, le está subordinada. Y eso es lo que genera la protesta, lo que se expresa en un “contra movimiento†desde la sociedad, lo que puede tomar tintes autoritarios, desde el fascismo “de derecha†hasta el extremismo “de izquierdaâ€.
Lo real, más allá de las interpretaciones, es que el discurso económico de Trump, quejándose del libre comercio desde el 2016, ha desembocado en la alianza con los nuevos billonarios: Musk, Zuckerberg, Bezos y Altmann, entre otros. La nueva oligarquÃa digital en EEUU ahora comanda las esferas más importantes del gobierno. Y ha comenzado una guerra cultural que tiene como objetivo acallar la representación y las voces de quienes piensan distinto.
Y, como dice Stiglitz, tienen una gran ventaja, pues con X (antes Twitter) y Facebook poseen mejores herramientas para controlar la propaganda y más conocimiento sobre cómo meterse bajo la piel de todo el mundo. Son peores que la propaganda nazi y comunista. Tienen todo el conocimiento de la psicologÃa y de la economÃa conductual y todas las herramientas de la Inteligencia Artificial. Asà que pueden segmentar mensajes para enviarlos a diferentes personas. Musk y Zuckerberg han reconocido, como Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, que la verdad no existe†(Diario El Mundo, 04/02/2025, Madrid, https://www.elmundo.es/la-lectura/2025/02/04/67a0dfc1e9cf4af8678b45b3.html).
El punto común de encuentro entre Trump y los billonarios es el odio al Estado. Para Trump, se trata del “Deep State†(FBI, Departamento de Justicia, USAID) que, dice, gobierna contra la población (sobre todo contra él) y ahora lo desarma, reivindicando el golpe del 6 de enero del 2021. Para los billonarios se trata de acabar con cualquier tipo de regulación estatal que impida su “libertad†para impulsar sus negocios y los culpables son los “progresistasâ€. Su objetivo no solo es “nacionalâ€. Se trata de golpear, hasta disolver, a la Unión Europea (apoyo a los neonazis en Alemania, a Marine Le Pen en Francia, a Vox en España, a VÃctor Orban eh HungrÃa, y asÃ). Si ese no es el camino del fascismo, por lo menos le pega en el palo.
Recuadro
Wallerstein : El capitalismo ya no “hace sistemaâ€
“Estamos atravesando entonces momentos de bifurcación
sistémica de transición histórica. El capitalismo ya no “hace
sistema†en el sentido que lo entiende Ilya Prigogine,
Premio Nobel de QuÃmica de 1977: “cuando un sistema,
biológico, quÃmico o social se desvÃa mucho, y de manera
muy frecuente, de su situación de estabilidad, ya no puede
reencontrar su equilibrio: esa es la bifurcación. En 30 o 40
años emergerá un nuevo sistema: podrÃa ser un sistema de
explotación más violento que el capitalismo, asà como
también un modelo más igualitario y redistributivo.
Depende de lo que hagamos†(Entrevista de Antoine
Revechon, El capitalismo llega a su fin, Le Monde,
23/10/2008).
Otro objetivo clave es la lucha contra el Cambio Climático. Trump sacó a EEUU de los Acuerdos de ParÃs en el 2017, Biden regresó y ahora Trump se volvió a salir. Dice que el Cambio Climático es mentira y ya puso en marcha nuevas inversiones en combustibles fósiles, lo que beneficia a sus amigos de las grandes empresas de hidrocarburos. Además del objetivo crematÃstico está el ideológico: como los Estados-Nación son los que tienen que comandar esta lucha, queda claro que no es el “libre mercado†quien va a resolver el problema. Al contrario, es el obstáculo. Eso desespera a Javier Milei: le malogra el “floro libertarioâ€.
Estamos asistiendo al desenlace del “trilema†que Dani Rodrik enunciara hace más de una década: no puedes tener al mismo tiempo la globalización, la soberanÃa nacional y la democracia. Solo puedes impulsar dos de las tres. En el caso de Trump, ya no quiere globalización (pues le quita el mercado interno y por ahà también camina el multilateralismo), quiere la soberanÃa nacional (Make America Great Again). Y tampoco quiere democracia sino gobernar autoritariamente. Aquà Trump desecha dos de los tres ejes del trilema de Rodrik. Solo se queda con uno: “su†soberanÃa nacional.
Todo esto sucede en medio de una pugna por la hegemonÃa en el Siglo XXI con el Estado emergente, China. Su ascenso económico ha sido espectacular. Y lo ha logrado con una polÃtica llamada de economÃa mixta, con empresas privadas y públicas, con planificación de largo plazo (Iniciativa de la Ruta de la Seda, donde se ubica Chancay). Y sobre todo, con un impulso al desarrollo industrial diversificado que la ha convertido en la “fábrica del mundoâ€. Esa es la clave de su avance que le ha permitido liderar muchos espacios de punta tecnológica, incluida la Inteligencia Artificial, como hemos podido apreciar con el lanzamiento de “Deep Seekâ€.
Ya no tenemos espacio para abordar este tema de fondo que es, finalmente, el espacio donde se decidirá el futuro de la humanidad en este cambio de época. El historiador Graham Allison dijo en el 2016 que estaba al acecho la “Trampa de TucÃdidesâ€, quien relató hace 2,500 años que el ascenso de Esparta generó el temor del hegemón Atenas, lo que dio lugar a la guerra del Peloponeso. Agrega Allison que ese desenlace ha sucedido muchas veces en la historia, pero que no es inevitable.
Esperemos que asà sea. Mientras, no debemos caer en el alineamiento con una u otra potencia (¿y si Trump dice que Chancay debe venderse a un inversionista extranjero?), sino velar por los intereses nacionales, mejor si vamos acompañados de otros paÃses de la Región y del mundo.
Mientras tanto, espero que haya paz en Gaza, más allá de Trump. Y de Nettanyahu.
Publicado el 06 de Febrero de 2025
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